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En medio del dolor y la impotencia, día a día nos enfrentamos con nuevos casos de femicidio. Mucho nos hemos detenido en diversos cuestionamientos sobre la inoperancia, ineptitud o indiferencia de la mal llamada Justicia, pero en realidad resulta mucho más sabio y efectivo el ocuparse con urgencia de la prevención, indagando sobre las causas y los disparadores de estos atroces desenlaces a fin de apuntar allí. Sin duda, muchos son los factores que inciden al respecto, pero uno de ellos, el cual puede percibirse claramente como un común denominador en una gran mayoría de estos casos, por no decir en todos, es una relación de pareja enfermiza, inmadura y equivocada. En esta frívola sociedad, muchas personas dando las espaldas a Dios, pretenden vivir “a su manera” dejando de lado principios y preceptos guiadores de la vida, los cuales no fueron dados para reprimirnos sino para resguardarnos y asegurar felicidad. Después vienen las amargas consecuencias que a todos nos afectan. Bien dicen las sagradas escrituras que hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte (Pr. 14:12 ). Hoy se ha descartado el noviazgo como período esencial para conocerse en profundidad a fin de lograr una unidad mental, emocional y espiritual como preparación para un matrimonio exitoso. En cambio se ha naturalizado la convivencia, el vivir en pareja, las cuales son cambiadas como nos mudamos de ropa. Eso se llama fornicación y así las relaciones amorosas quedan reducidas a lo instintual, a lo pasional, a la satisfacción momentánea de los sentidos. Es sentirse bien física y emocionalmente a nivel sensorial. Terminada la novedad, todo se derrumba, porque la sola atracción física, erótica y sensual es efímera y pasajera, y poco tiene que ver con el amor verdadero que se nutre en otras fuentes. El sexo creado por Dios, no es un acto de placer aislado que usa al otro para tal fin, sino por el contrario, es la consumación o expresión última que sella una unión profunda que involucra al ser integral en el marco del matrimonio. Más allá de las tradiciones humanas, las presiones sociales, el mensaje perverso de los medios (no siempre subliminal), y las opiniones de los llamados “especialistas”, sigue sonando la voz eterna de Dios que nos dice: “Huid de la fornicación (1Co.6:18 ). La filosofía que argumenta que el sexo es amor y por lo tanto es legítimo, es vieja como el pecado mismo. Hay que educar a nuestros jóvenes, adolescentes en especial, dado que a los mismos sólo se les brinda información, en especial sobre métodos anticonceptivos como programas de educación sexual, pero falta formación, en firmes y profundas convicciones éticas y una concepción más elevada del cuerpo como envase portador del ser esencial, y no como un mero objeto para la expresión y satisfacción de instintos que afloran camuflados bajo el nombre del más puro de los sentimientos como es el amor, con el cual poco o nada tienen que ver. El hombre tiene un fin trascendente, no puede comportarse como un animal que vive para satisfacer sus instintos. En ese tipo de relaciones, sin lazos profundos basados en el respeto y consideración del otro, sin compromiso responsable, compañerismo genuino, y unidad de proyecto entre otras cosas, el hastío, el odio y la violencia tienen la puerta abierta- Cabe decir que esto, aunque en menor escala, también sucede dentro del vínculo matrimonial. Lo cierto y lamentable es que muchas jovencitas inexpertas y mujeres en general, entran en relaciones enfermas, uniéndose a desconocidos los cuales con el tiempo se tornan en sus propios asesinos. Las personas adultas que logramos construir una vida digna, basada en el amor y el respeto mutuo en nuestras relaciones duraderas y estables, tenemos mucho para dar y si bien no somos gobierno somos ciudadanos parte de esta sociedad y como tales podemos sumar orientando a jóvenes y adolescentes dentro de nuestras áreas de desempeño personal. Es urgente trabajar en prevención.
Raquel Pierri
DNI 4.628.115
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