Sexo, tormentos y líbido: una hotline para los jóvenes afganos

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“No lo consigo sin viagra”, murmura un joven afgano al teléfono, preocupado por que no le oiga su familia. Del otro lado, una voz pausada le tranquiliza con tono profesional. “Querido hermano, no te avergüences. No eres el único. Vamos a ayudarte a resolver tu problema”.

En el Afganistán conservador y hostil a la mezcla entre los sexos, hablar de dificultades sexuales es culturalmente impensable, casi una perversidad. Pero la juventud puede ahora encontrar un oído y consejos para sus problemas de erección o de homosexualidad.

“Si pides consejo sobre la impotencia a un amigo o a un familiar te consideran inmediatamente un inmoral, sinvergüenza o afeminado”, dice a la AFP este veinteañero. “Este servicio es una bendición”, agrega.

Creada en 2012 con la ayuda del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), la hotline para jóvenes está animada por una decena de personas en Kabul, hombres y mujeres formados por un sexólogo profesional y que responden cada día a cientos de llamadas de jóvenes afganos con problemas.

Los consejeros asesoran también a los enamorados rechazados o sobre temas delicados como la depresión y los matrimonios forzados.

Pero el 70% de las llamadas versan sobre trastornos de la sexualidad, señala el director del centro, Abdulá Shahed. “Los jóvenes llaman para hablar de todo, desde masturbación hasta eyaculación precoz”, explica a la AFP.

“Las chicas llaman para un anticonceptivo, un himen desgarrado o cómo abordar su noche de bodas”, dice.

La juventud afgana de la llamada “generación 11 de septiembre”, nacida después de la intervención estadounidense que expulsó a los talibanes del poder en 2001, se debate entre la tradición y la modernidad, entre sus deseos impetuosos y su voluntad de respetar un islam puritano.

Más del 60% de la población tiene menos de 25 años en un país que ignora la educación sexual y considera a los sexólogos una ficción occidental.

El matrimonio es a menudo la única posibilidad de saciar su apetito sexual porque las citas, como cualquier otra forma de interacción entre los sexos opuestos, están estrictamente condenadas.

Pero muchos jóvenes no pueden pagar una boda o una dote.

La frustración en un momento de bruscos cambios hormonales no es ajena a los brotes de violencia que sacuden regularmente el país, según algunos expertos.

“Los problemas sexuales generan a menudo violencia doméstica, poligamia y separaciones”, asegura Shahed. “Tratamos de convencer a los jóvenes, chicos y chicas, de que siempre existe una solución y no están solos”.

El ministerio afgano de Sanidad abrió en 2016 varias clínicas “para jóvenes” en Kabul, donde pueden hablar de cualquier tema, incluidos los sexuales. El concepto tiene éxito y numerosas mujeres acuden a ellos.

“Me sentía incapaz de abordar mis problemas con mi madre o mi hermana”, confiesa a la AFP Rayhana, de 21 años. “Aquí puedo hablar libremente”.

Entre otras cosas, los centros telefónicos y las clínicas alertan a los jóvenes de los peligros de la adicción al sexo, las relaciones no protegidas o el abuso de viagra.

La pequeña pastilla azul -bautizada localmente “la cobra”, “el cohete” o “el amigo de las grandes familias”- era desconocida para la mayoría de los afganos hasta la intervención estadounidense a finales de 2001. Desde entonces se ha vuelto tan popular que los rumores dicen que la CIA la utilizó para recompensar a los que la ayudaron a luchar contra los jefes de guerra y los insurgentes.

“Aconsejamos a nuestros pacientes tratar su ansiedad y adoptar un modo de vida más saludable”, señala Abdulá Shahed.

Pero a menudo el centro de las conversaciones es otro gran tabú de la sociedad afgana: la homosexualidad, considerada una desviación prohibida por el islam.

La pregunta se repite con regularidad: “¿Existe un tratamiento para curar la homosexualidad?”

“Una mujer llamó una vez por depresión porque su compañera acababa de casarse”, recuerda Shahed, que debe limitarse a ayudar a los comunicantes a reflexionar y a plantearse preguntas como “¿piensas que puedes seguir viviendo en Afganistán siendo lesbiana?”.

Su programa debe hacer frente a la oposición de los conservadores.

Cuando las autoridades sanitarias lanzaron recientemente una campaña en la Universidad de Kabul, algunos estudiantes enfurecidos les acusaron de promover la inmoralidad.

“Tratamos de explicarles que este programa era conforme a la ley coránica”, asegura a la AFP un responsable del ministerio de Sanidad. “Pero chocamos contra un muro. Para muchos, hablar de sexo es siempre un proselitismo inmoral”.

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